Se acababa el espectáculo y Ronnie vio entonces a la joven llevándose la mano a la cabeza en un inequÃvoco gesto de dolor. Ni hermoso ni feo, el rostro de la chica claramente indicaba que el tormento no le permitirÃa disfrutar del final que Ronnie le tenÃa preparado a su público.
Se acordó, entonces, Ronnie, de aquella tarde de otoño en la que era solo un tímido niño y, convencida de estar ante un malocchio, su abuela curó, con un sencillo gesto, el dolor que lo torturaba aprisionando su cabeza como si estuviera sometido a la presión de unas tenazas.
Índice y meñique arriba, anular y medio sujetos por el pulgar, la mano de su protectora obró el milagro. Esa noche disfrutó, ya exorcizado el dolor, jugando con sus amigos en algún rincón de Italia.
Se acababa el espectáculo.
En un intento por salvar el final, Ronnie, Ronnie James Dio, levantando el brazo izquierdo, reprodujo el mágico signo que su abuela, esa tarde de otoño, le enseñó.
El mal desapareció. Ella notó la magia. Su grito de alegría se contagió a todos los presentes y la mano cornuta se convirtió, así, desde ese momento, en el símbolo del rock.